Llueve. Son las 6 de la mañana. En Tapachula ya comienza el ajetreo. Como si fuera una gran Torre de Babel, se escuchan voces en muchos idiomas. La plaza principal de Tapachula poco a poco se comienza a tapizar de gente. Es el grupo rezagado de la caravana migrante que hace tres días pasó por aquí, proveniente de Guatemala.
El objetivo de esta nueva Caravana es llegar a la frontera sur de Estados Unidos. La intención es cruzar por Nogales, Sonora, o Mexicali, Baja California. Hay optimismo entre los cientos de personas que, provenientes de El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela, dicen que a partir del 12 de mayo la frontera de Estados Unidos quedará abierta. Nada más alejado de la realidad.
La mala información genera euforia en el colectivo que pretende estar lo más pronto posible en la frontera norte de México. Hay mucho optimismo. Muchos se ven llegando a Estados Unidos sin mayor dificultad. A ellos se les ha mal informado. Les han dicho que a partir del 12 de mayo Estados Unidos recibirá a todos los migrantes que soliciten asilo político. Eso no es cierto.
Nadie sabe de dónde salió la versión de que la frontera de Estados Unidos quedará abierta a las peticiones de refugio político, pero es una mentira que a fuerza de decirla se ha vuelto una realidad entre ellos. Se abrazan a la esperanza. Duele ver su felicidad que muy pronto se tendrá que estrellar con la realidad.
La realidad es que el gobierno de Estados Unidos anunció para el 12 de mayo el fin de la vigencia del Título 42, un apartado de la Ley de Salud Pública que ampara las expulsiones fast track del territorio americano a quien sea detenido por un ingreso ilegal, sin que obligue a la autoridad migratoria a someter a juicio de asilo político a quien lo solicite.
El fin de la vigencia del Título 42 es por la conclusión de la pandemia del COVID19. Pero ello no significa que por suspenderse las deportaciones fast track cualquier inmigrante ilegal tenga que ser llevado ante un juez para iniciar un proceso legal de solicitud de juicio de amparo. Las deportaciones continuarán. Eso no lo saben los que conforman el grupo de rezagados de la caravana migrante que va con rumbo al norte.
En Estados Unidos es mejor
Marilyn es una hondureña que hace el viaje junto con su hijo de 5 años. Ella tiene 42 años y desde hace tres meses dejó su trabajo como oficinista en Tegucigalpa, la capital, porque sus ingresos ya eran únicamente para una pandilla que le estaba cobrando extorsión por respetar su vida. Por esa razón decidió dejar todo atrás y comenzar una vida nueva en Estados Unidos.
Marilyn quiere reunirse en Tucson, Arizona, con su pareja que la espera. Su compañero le ha pagado el viaje en la caravana que tuvo un costo de 2.000 dólares. Se niega a decir a quien le ha pagado por la protección que recibe dentro del grupo. No es necesario saber el nombre. A la distancia se observa la mirada de al menos tres hombres que no dejar de vigilar a Marilyn y a otras cinco mujeres que -igual que ella- viajan con protección pagada.
La hondureña, de profesión administradora, cuenta que la pandilla que la extorsionaba, la MS-13, es la misma que el año pasado le arrebató la vida a su hermano, luego de ser secuestrado porque no aceptó seguir pagando la extorsión solicitada, equivalente a 50 dólares al mes. El hermano de Marilyn fue entregado a su familia en un costal. Su cuerpo fue desmembrado y su rostro desollado. Ella no quiere eso para sí ni para su hijo. Por eso ha decidido arriesgarse en el viaje a Estados Unidos.
Su pareja sentimental trabaja en Tucson, él pudo cruzar ilegalmente y desde hace 15 meses ha insistido para que Marilyn haga el viaje. Ella estaba entre la espada y la pared: quería huir de los Mara Salvatrucha, pero no quería hacer el viaje por suelo mexicano, por el miedo a los carteles de las drogas que se han apropiado de las rutas migrantes. Finalmente fue mayor su miedo a las bandas delictivas de Honduras.
No sabe qué va a hacer una vez que llegue a Estados Unidos. Marilyn quiere trabajar como enfermera.
“Lo que sea, lo voy a hacer con mucho gusto”, dice casi en un murmullo, cualquier cosa en Estados Unidos –asegura- es mejor que seguir viviendo en el infierno de la violencia de Honduras.
Crisis Silenciosa
En México nadie lo reconoce ni aparece en informes oficiales, pero la suspensión en Estados Unidos del Título 42 ha generado ya una crisis migrante: desde que se ha corrido como reguero de pólvora la mala información -sobre los efectos de la suspensión de la citada disposición-, ha incrementado el flujo de migrantes por la frontera sur.
Datos extraoficiales de fuentes internas del Instituto Nacional de Migración (INM) en Chiapas, refieren que solo entre enero a abril del 2023, son más de 650.000 los migrantes ilegales los que han ingresado a suelo mexicano, la mayoría de ellos provienen de Honduras, Guatemala, El Salvador, Cuba, Venezuela, Ecuador, Haití y Bolivia. En menor proporción la migración también proviene de Nicaragua, Colombia, Costa Rica y Perú.
Frente a las cifras extraoficiales citadas por fuentes internas del INM, resaltan las que dan algunos encargados de organizaciones sociales de ayuda a los migrantes, como es el caso de José Luis Rubio, de la Asociación Hermanos Migrantes, quien estima que durante los primeros cuatro meses de este año pudieron haber ingresado a México, por la vía de la inmigración ilegal, por la frontera sur, entre 850.000 y un millón de personas que buscan llegar a Estados Unidos.
De acuerdo con el representante de esta organización de asistencia a los migrantes, se estima que en lo que va de este año “puede que ya sea la misma cantidad o posiblemente más de los migrantes ilegales que ingresaron a México el año pasado”. De acuerdo al propio conteo de esta organización de la sociedad civil, en el 2022 se estima que fueron 950.000 los migrantes indocumentados que llegaron a México por la frontera sur.
Las cifras vertidas por el representante de la Asociación Hermanos Migrantes no distan de otras cifras que han estimado otros representantes de albergues y asociaciones destinadas al apoyo de los migrantes. En Hermosillo, la organización Camino sin Fronteras, se estima que en lo que va de este año ya son casi 750.000 migrantes los que han cruzado por esa localidad con rumbo a Estados Unidos.
Más allá de las cifras que se dan a conocer tanto en el sector público como en el privado que atiende a los migrantes, es evidente que ha incrementado la población migrante en México. En ciudades de paso como Tapachula, Oaxaca, Puebla, Ciudad de México, Guadalajara, Tepic, Hermosillo y Mexicali, de acuerdo a datos oficiales de las oficinas de comunicación social, se estima que la población migrante asentada en esas localidades ha crecido entre un 10 a un 15% en los últimos cuatro meses.
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