La votación del pacto para unir a la izquierda, aprobado por el 62,3% tras un acalorado debate, revela las profundas diferencias en el seno de una formación cuyo futuro está en cuestión
El Partido Socialista de Francia busca su futuro tras el pacto con la izquierda populista de Jean-Luc Mélenchon, aprobado ampliamente por el Consejo Nacional de la formación la noche del jueves. La votación por parte de la cúpula de la formación política que ha vertebrado Francia las últimas décadas no es más que el último desgarro, aunque quizás el definitivo, de una herida abierta, como mínimo, desde la primera gran derrota electoral de los socialistas hace cinco años. Para muchos, sobre todo los que apoyan el giro a una “izquierda de ruptura”, como se define el proyecto aglutinador melenchonista, las costuras de la formación comenzaron a romperse antes, durante el Gobierno de François Hollande (2012-2017).
Aprobar el pacto alcanzado el miércoles con las demás grandes formaciones de izquierda —la Francia Insumisa de Mélenchon, el Partido Comunista y los ecologistas— para lograr la mayoría en las legislativas de junio era, para una parte de los militantes, la única salida ante un panorama político que ha cambiado radicalmente los últimos años. Un paisaje en el que ya no parecen tener cabida los partidos tradicionales, ni a la izquierda ni a la derecha, como demuestra la otra gran debacle electoral de este año, la del conservador Los Republicanos.
Para los que claman contra un acuerdo que pone en duda principios incuestionables hasta ahora del socialismo francés, como su europeísmo (el pacto acepta “no respetar ciertas reglas” de la Unión Europea), supone, por el contrario, el acta de defunción del partido de François Mitterrand. En cualquier caso, el PS después de este jueves no será el PS de hace solo una semana y su futuro está, más que nunca, en duda.
La “titánica batalla”, como la definió el negociador jefe socialista, Pierre Jouvet, a favor y en contra del acuerdo se libró hasta el último momento.
La “radicalidad” de Mélenchon va a “asustar” a los electores, advirtieron varios de los casi 300 participantes en la muy acalorada discusión de más de tres horas que precedió a la votación, en la que finalmente 167 miembros (62,3%) aprobaron el acuerdo con los melenchonistas, frente a 101 votos en contra y 24 abstenciones.
“Desde Jean-Jaurès, Léon Blum a Mitterrand, siempre hemos aportado un proyecto de radicalidad. De Mitterrand también decían que era peligroso para la democracia”, había replicado a las críticas en su discurso final el primer secretario del PS, Olivier Faure. “Los votantes nos han abandonado porque piensan que ya no tenemos nada que decir, nada que transformar”, afirmó Faure, uno de los principales impulsores del acuerdo, que reconoció que las “frustraciones” de los que se oponen son “legítimas”, pero que refutó las acusaciones de “abdicar” ante los melenchonistas y defendió, entre voces disidentes que lo interrumpían una y otra vez, que “no hay plan B” porque los otros partidos han preferido negociar con los melenchonistas y no con los socialistas. Y “si no proponemos alternativas, lo que pasará al final es que la única alternativa a Macron y los liberales será la extrema derecha, que avanza en cada elección”, sostuvo. Frente a ello, subrayó, el acuerdo abre “una aventura común con todas las izquierdas y los ecologistas”.
Un argumento que no ha convencido a históricos del partido como el ex primer ministro socialista Bernard Cazeneuve, que ya ha cumplido su amenaza de abandonar el PS si se cerraba un acuerdo con Mélenchon. Otro primer ministro del último gobierno socialista, Jean-Marc Ayrault, calificó de “chapuza” el acuerdo entre melenchonistas y socialistas, con el que manifestó su “desacuerdo” porque constituye “una especie de renuncia indefendible” que amenaza con fracturar el partido, dijo a la agencia France Presse. El antiguo jefe de ambos, François Hollande, no ha llegado por el momento tan lejos como para abandonar el partido, pero sí ha dejado claro su “rechazo” tanto “sobre el fondo como sobre las circunscripciones”, una cuestión que podría provocar que algunos socialistas decidan ir por su cuenta a pesar del pacto.
Es lo que ya amenazan con hacer algunos opositores al acuerdo, como la poderosa presidenta de Occitania, Carole Delga, otra feroz crítica de cualquier alianza con los insumisos que anunció que votará en contra del pacto. La influyente socialista ha presentado ya a los candidatos a las legislativas de su región, haciendo caso omiso del reparto de circunscripciones (una por escaño en la Asamblea Nacional, que en total tiene 577 asientos) con los melenchonistas, que le da al PS unas 70 candidaturas.
No es, sin embargo, una batalla puramente generacional. Si bien es cierto que la mayoría de los que se oponen con más fiereza al pacto son los antiguos barones socialistas, también hay entre ellos figuras históricas del partido, como Martine Aubry, que apoyan el acuerdo pese a sus “profundas reservas”, sobre todo en materia de política europea, dijo en un largo comunicado. Para la antigua primera secretaria del PS y actual alcaldesa de Lille —hija de otro socialista histórico, el europeísta convencido Jacques Delors—, el acuerdo era necesario porque lo pedían los votantes de izquierda. Pero ello no quita, agregó, que el PS tenga ahora un trabajo interno por hacer para “empezar la reconstrucción y refundación de su proyecto por una República social, ecológica, democrática y laica”.
En una postura intermedia se situó este jueves la candidata presidencial socialista, Anne Hidalgo. En su primera declaración pública sobre la materia, la alcaldesa de París, que hace unas semanas se había opuesto a negociar con Mélenchon, dijo que sigue siendo muy crítica con el acuerdo, pero precisó que no lo “impedirá”.
El pacto “no proporciona las garantías necesarias sobre cuestiones esenciales como la OTAN, la Europa de la defensa, la laicidad y los valores universales”, dijo en un comunicado. No obstante, agregó, “ante la urgencia democrática, social y ecológica, no deseo impedir un acuerdo electoral que busca combatir la regresión ecológica y social”.
Previamente, antiguos aliados estrechos de Hidalgo, como los alcaldes Joanna Rolland (Nantes), que dirigió su malograda campaña, o Mathieu Klein (Nancy), uno de sus portavoces, habían hecho un llamamiento público junto con otros ediles socialistas a apoyar, “por responsabilidad”, el pacto de las izquierdas, aunque en un principio habían descartado cualquier negociación con Mélenchon. En la misma línea se situó el alcalde de la segunda ciudad más grande de Francia, Marsella, Benoît Payan, que llamó a la “unión de todas las fuerzas de izquierda y socialistas” bajo la plataforma Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES).
Los macronistas también se transforman
Mientras los socialistas se preparaban para el mayor desafío al futuro —muy en duda— de su partido, otra formación que busca la mayoría parlamentaria en junio, La República en Marcha (LREM), del presidente Emmanuel Macron, anunció este jueves su cambio de nombre a Renacimiento.
“Iniciamos hoy un movimiento de refundación de LREM para poder continuar ampliando este movimiento político” que busca convertirse en un “partido popular con vocación de ser abierto” para tener siempre “la posibilidad de elegir las luces frente al oscurantismo”, explicó en rueda de prensa el delegado general de la formación macronista, Stanislas Guerini.
Los macronistas presentarán para las legislativas una lista única denominada Ensemble, junto con sus aliados tradicionales, el centrista partido MoDem, y la plataforma Horizontes del ex primer ministro Édouard Philippe, quien ha obtenido medio centenar de circunscripciones para sus candidatos.
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