El presidente López Obrador quiere detener la mayoría de las exportaciones de petróleo y las importaciones de gasolina y otros combustibles. Los críticos dicen que está incumpliendo los compromisos de México en materia de cambio climático.
Dos murales gigantescos, pintados en los tanques de almacenamiento de una refinería de petróleo de esta ciudad, representan a los rebeldes liderados por Sam Houston que lograron la independencia de Texas de México en la década de 1830. Esta semana esos murales pasarán a ser propiedad de la compañía petrolera nacional mexicana, que está adquiriendo el control total de la refinería.
La compra de la refinería forma parte de la apuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador por una especie de independencia. En un esfuerzo por lograr la autosuficiencia energética, el presidente mexicano está haciendo grandes inversiones en la compañía petrolera estatal, poniendo un énfasis renovado en la producción de petróleo y alejándose de la energía renovable, incluso cuando algunos gigantes petroleros como BP y Royal Dutch Shell están invirtiendo más en ese sector.
López Obrador pretende eliminar la mayor parte de las exportaciones de petróleo mexicano en los próximos dos años para que el país pueda procesar más de manera doméstica. Quiere sustituir los suministros de gasolina y diésel que el país compra actualmente a otras refinerías de Estados Unidos por combustible producido en el país o en la refinería de Deer Park, que se fabricaría con el crudo que se importará desde México. El cambio sería un salto ambicioso para Petróleos Mexicanos, la empresa comúnmente conocida como Pemex. La producción de petróleo de la empresa, comparable a la de Chevron en los últimos años, lleva más de una década cayendo, y soporta una deuda de más de 100.000 millones de dólares, la mayor de todas las empresas petroleras del mundo.
La decisión de pagar 596 millones de dólares por una participación mayoritaria en la refinería Deer Park, que se encuentra en el canal de navegación de Houston y sería la única operación importante de Pemex fuera de México, es fundamental para cumplir los planes de López Obrador de rehabilitar el sector petrolero, que lleva mucho tiempo paralizado, y establecer ocho refinerías productivas para uso mexicano. México también acordó pagar 1200 millones de dólares en deudas que Pemex y Shell deben conjuntamente como copropietarios de la refinería, que es rentable.
“Es algo histórico”, dijo López Obrador el mes pasado. En otra conferencia de prensa el año pasado, dijo: “En el 2023 vamos a estar produciendo en México las gasolinas, el diesel y vamos a ser autosuficientes, y vamos a estar constatando de que no van a aumentar los precios de los combustibles”.
Aunque las políticas de López Obrador divergen de la creciente preocupación mundial por el cambio climático, reflejan una tentación duradera para los líderes y legisladores de todo el mundo: sustituir las fuentes de energía importadas por combustibles de producción nacional. Además, los puestos de trabajo generalmente bien remunerados que proporcionan las industrias del petróleo y otros combustibles fósiles son políticamente populares en toda América Latina, África y países industrializados como Estados Unidos.
En la década de 1930, el gobierno mexicano se hizo cargo de las operaciones de Royal Dutch Shell al sur de la frontera al nacionalizar toda la industria petrolera que en ese entonces era dominada por extranjeros. Ahora López Obrador está dispuesto a dar un paso más, al tomar el control total de una gran refinería de petróleo de Shell.
La compra se ha tornado más significativa porque sucede en un suburbio industrial que se autodenomina “la cuna de Texas”, donde los rebeldes marcharon al campo de batalla de San Jacinto para derrotar al ejército mexicano, acontecimiento que se conmemora en los murales de la refinería. El campo de batalla está a ocho kilómetros de las instalaciones petroleras.
Es difícil sobrestimar la conexión entre el petróleo y la política en México, donde el día en que se nacionalizó el petróleo, el 18 de marzo, es una fiesta nacional. El crudo proporciona al gobierno mexicano un tercio de sus ingresos, y Pemex es uno de los mayores empleadores del país, con unos 120.000 trabajadores.
López Obrador procede del estado petrolero de Tabasco, y el poderoso sindicato de Pemex es una parte crucial de su base política. Se postuló con la plataforma de reconstruir la empresa, y ha aumentado su presupuesto de producción, además de recortar los impuestos que paga y revertir los esfuerzos de su predecesor para reestructurar su monopolio sobre la producción de petróleo en el país.
Cuando asumió el cargo hace tres años, López Obrador comenzó a deshacer los cambios realizados en 2013 en la Constitución de México para abrir la industria del petróleo y el gas a la inversión privada y extranjera. También está presionando para revertir las reformas eléctricas que su predecesor, Enrique Peña Nieto, puso en marcha para aumentar el uso de parques eólicos y solares financiados por el sector privado y alejarse de las centrales eléctricas estatales alimentadas por petróleo y carbón.
Los expertos en energía afirman que México está retrocediendo en el compromiso que adquirió hace una década, bajo el mandato del presidente Felipe Calderón, de generar más de un tercio de su energía a partir de fuentes limpias para 2024. Ahora México produce poco más de una cuarta parte de su energía a partir de fuentes renovables.
“Están recurriendo a combustibles más pesados en vez de usar combustibles más ligeros”, dijo David Goldwyn, un alto funcionario de energía del Departamento de Estado en el gobierno de Barack Obama. “Prácticamente todas las empresas extranjeras —Ford, Walmart, GE, todas las que operan allí— tienen ahora su propio objetivo de cero emisiones netas. Si no pueden acceder a la energía limpia, México se convierte en un lastre”.
El gobierno de López Obrador ha dicho que combatirá el cambio climático al invertir en energía hidroeléctrica y reforestación.
Muchas de las iniciativas del presidente mexicano son cuestionadas por los legisladores de la oposición y la comunidad empresarial. Pero López Obrador puede hacer mucho por su cuenta. Tiene previsto gastar 8000 millones de dólares en un proyecto para construir una refinería de petróleo en el estado de Tabasco, y más de 3000 millones de dólares más para modernizar seis refinerías.
La compra de la refinería de Deer Park es fundamental para sus planes porque el complejo de Tabasco no estará terminado hasta 2023 o 2024 y no producirá suficiente gasolina, diésel y otros combustibles para satisfacer todas las necesidades de México.
Shell, que opera la refinería de Deer Park, es desde hace tiempo socia de Pemex y está vendiendo su participación en parte para satisfacer a los inversores preocupados por el cambio climático que quieren que el gigante petrolero invierta más en energías renovables e hidrógeno.
Bajo la propiedad mexicana, la refinería continuará con su práctica de usar petróleo crudo mexicano, pero probablemente venderá más de la gasolina y otros combustibles que produce a México.
En el futuro, según algunos expertos en energía, Pemex también podría utilizar la refinería de Deer Park para procesar petróleo de otros países que también producen los tipos de crudo pesado que se extraen en México.
“Creo que es un buen negocio y tiene lógica para Pemex”, dijo Tom Kloza, jefe global de análisis energético de Oil Price Information Service, quien señaló que Deer Park podría procesar petróleo venezolano si Estados Unidos levantara las sanciones contra ese país.
Los cambios en la política mexicana solo tendrían un impacto modesto y temporal en las refinerías estadounidenses, que pueden sustituir el petróleo mexicano por crudo de Colombia, Brasil, Arabia Saudita y Canadá. Las refinerías podrían perder hasta medio millón de barriles diarios de ventas de combustible para transporte a México, pero los expertos en energía dicen que las refinerías podrían encontrar otros mercados.
Guy Hackwell, director general del complejo de Deer Park, dijo que “las mejores prácticas se mantendrán”. Y afirmó que “la gran mayoría de la fuerza de trabajo se presentará en el mismo puesto al día siguiente del acuerdo”.
En cuanto a los murales, una portavoz de Pemex, Jimena Alvarado, dijo: “Nunca quitaríamos un mural histórico”.
Los residentes de Deer Park, en el corazón del complejo petroquímico del Golfo de México, dicen sentirse seguros de que los habitantes locales dirigirán la planta y Shell seguirá siendo propietaria de una planta química contigua. “Los números de teléfono seguirán siendo los mismos para saber con quién nos ponemos en contacto en caso de emergencia y seguiremos teniendo las mismas personas y relaciones, así que me siento bien al respecto”, dijo Jay Stokes, administrador de la ciudad de Deer Park.
Pero algunos expertos en energía dijeron que el enfoque de López Obrador sobre la energía, incluyendo la compra de la refinería, desperdiciaría valiosos recursos del gobierno que podrían ser utilizados para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire local. También hay dudas de que México pueda construir suficiente capacidad de refinación para cumplir los objetivos del presidente.
Jorge Piñón, expresidente de Amoco Oil de México, dijo que lo más probable es que México no pueda beneficiarse inmediatamente de la reducción de las exportaciones de crudo y del procesamiento de sus propios combustibles puesto que el negocio de las refinerías suele tener bajos márgenes de beneficio, especialmente en América Latina.
Dijo que las refinerías mexicanas no podían igualar a las estadounidenses en el manejo del crudo pesado mexicano con alto contenido de azufre. Los combustibles mexicanos fabricados con petróleo pesado causaban graves problemas de contaminación atmosférica en muchas ciudades antes de que el país comenzara a importar gasolina y diésel estadounidenses de combustión más limpia en los últimos 20 años.
Al exportar menos petróleo, es casi seguro que México también utilizará más para la generación de energía nacional, lo que potencialmente desplazará la generación solar y eólica y producirá más contaminación atmosférica y emisiones de gases de efecto invernadero.
“Sus decisiones nacionalistas tendrán un impacto negativo en el cambio climático”, dijo Piñon. “Está regresando a los años treinta”.
Pero López Obrador no se disculpa. “El petróleo es el mejor negocio del mundo”, dijo en una conferencia de prensa en mayo.
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