Durante las últimas tres décadas, la economía de México se ha modernizado profundamente. En el marco del tratado de libre comercio de América del Norte (ahora T-MEC), el país pasó de ser un proveedor de materias primas con trabajadores relativamente poco calificados, a uno de los principales proveedores industriales y tecnológicos de los Estados Unidos, con trabajadores técnicamente sofisticados cuya capacidad es reconocida por empresas de todo el mundo que invierten en el país.
Sin embargo, el siguiente paso necesario hacia el desarrollo de la economía mexicana es dinamizar el mercado interno mediante la tecnología financiera. Es decir, llevar ese nivel de modernización tecnológica y de vanguardia conseguido en el sector manufacturero al sector de los servicios y de las ventas al consumidor final. Es en este rubro donde debemos ponderar el enorme potencial que la revolución de los pagos digitales tiene todavía por desplegar en México.
Según la última Encuesta sobre disponibilidad y uso de tecnologías de la información en los hogares del INEGI, 9 de cada 10 usuarios de telefonía celular en México tiene acceso a un smartphone; y se calcula que actualmente existen más de 115 millones de estos dispositivos con conexión a internet en el país. Esta profunda digitalización contrasta con el aún bajo nivel de bancarización: según la Asociación de Bancos de México, 53% de los adultos en el país aún carecen de una cuenta bancaria. Por otro lado, el total de terminales instaladas por bancos o agregadores de pago suman al 4º trimestre de 2020 un 1.4 millones de terminales con un crecimiento anual de 11.6%. Este desajuste implica oportunidades económicas enormes para los jugadores que agilicen la adopción de tecnologías de pagos.
A partir de la crisis derivada del COVID-19, las transferencias a través del sistema de pagos electrónicos interbancarios (SPEI) en México se octuplicaron, sin contar el crecimiento del resto de las opciones de pagos digitales. Ante este panorama, la banca comercial tradicional y no tradicional tiene incentivos enormes para invertir en una infraestructura digital que permitirá llevar la bancarización a todos los municipios del país en el corto plazo. Apenas durante estos dos últimos años, los usuarios de apps bancarias se han duplicado hasta llegar a 30 millones, mientras que los usuarios de banca por internet ascendieron a 54 millones.
Así, tanto la bancarización de la población, como la digitalización de las operaciones están creciendo a un ritmo sin precedentes. En México, de acuerdo a cifras de Statista, se espera que el valor total de las transacciones de pagos digitales incremente al doble de lo registrado en 2018, lo que colocaría en casi 55 millones de dólares estas operaciones para el próximo año.
Esto significa que una gran porción del mercado mexicano seguirá incorporándose a la economía de consumo digital en el corto plazo y las empresas que sean capaces de adaptarse pronto a esta nueva realidad estarán entre los principales beneficiarios. Un ejemplo notable de este fenómeno en la región América Latina es el de las cadenas de retailers y supermercados, que compiten por adoptar diversos métodos de pago digitales mejores y más rápido que las otras, desarrollando plataformas que ofrecen un mayor valor agregado a negocios y usuarios a través de la personalización.
No obstante, este panorama también presenta retos importantes. Uno de los principales es combatir la desconfianza entre los sectores de la población que se han mantenido más renuentes a realizar pagos digitales, a pesar de contar con la conectividad necesaria y de estar ya entre el sector bancarizado.
Otro reto importante es que la población que recientemente comenzó a hacer transacciones digitales continúe haciéndolo una vez que las restricciones sanitarias por la pandemia comiencen a ceder. A partir de la experiencia que tenemos en Geopagos en la región hemos creado para importantes actores del mercado mexicano como Banco Azteca, Banco del Bajío, FirstData, Todito, entre otros, con soluciones digitales de pagos accesibles y escalables a través de las cuales buscan transformar la experiencia de compra de sus usuarios.
En ambos rubros, la cooperación entre el sector público, la banca comercial y los nuevos proveedores de tecnologías financieras será fundamental para generar comienza y consolidar esta nueva etapa de modernización de la economía mexicana. Generar esta sinergia positiva en el ecosistema financiero será decisiva para la competitividad de México y el crecimiento de su economía durante la presente década.
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