Un gol de Oyarzabal en el 86′ da a España su cuarta Eurocopa, algo que no ha conseguido nadie. Nico abrió una victoria que hace justicia al buen fútbol.
Ganó España, ganó el fútbol. Pocas veces un campeonato hace justicia a un grupo de jugadores entregados al dulce toque del balón. Ya tenemos foto, la imagen de Álvaro Morata levantando la Eurocopa al cielo de Berlín como antes hicieron Ferran Olivella en Madrid en 1964 o Iker Casillas en Viena y Kiev en 2008 y 2012. Hitos de una Selección que hace historia en Berlín al convertirse en la primera en ganar cuatro títulos continentales. Doce años después de aquella Eurocopa con la que se cerraba el triplete mágico, La Roja ha logrado cautivar al mundo con su fútbol y sus talentos. Qué dulce es volver a ser los reyes de Europa.
De inicio, España se volcó a la izquierda, con Nico y Fabián como socios predilectos ante una Inglaterra que había cambiado de traje respecto a los últimos partidos: defendían cuatro jugadores y no tres, con Shaw como titular en detrimento de Trippier, a quien le pasó factura jugar como lateral izquierdo siendo diestro. Orden y disciplina, estaba claro que esas eran las consignas de Southgate, acostumbrado a sacar el máximo rédito a cada una de sus libras. Eso, trasladado al fútbol y a la final, significaba que los jugadores ingleses no se arriesgaban a robar el balón sino que esperaban atrás, sin ningún sonrojo por que los minutos pasaran y su afición se quedara fría.
Sin ocasiones de gol lo que sí llegó fue la primera amarilla en un plantillazo de Kane a Fabián. Una anécdota porque el partido no era duro, aunque sí de máximo respeto. Eso sí, pese al 0-0, ganaba Inglaterra. Me explico. Inglaterra jugaba como lo ha hecho en toda la Eurocopa, es decir, a nada, con el valor del equipo menor al de la suma de sus talentos, con Foden desaparecido en combate, Saka sin recibir un balón y Bellingham luchando en solitario. España, mientras, no se parecía a España, y eso era lo realmente preocupante, un equipo sin veneno en las bandas ocupadas por Lamine y Nico, Morata desconectado y escaso peligro de Olmo, nuestro mejor tres en uno cuando de lo que se trata es de abrir la cerradura rival. Pero no hubo manera, nadie marcó, ni siquiera en el remate de Foden en el 45′, sin duda la ocasión más clara, y de ese modo el descanso acudió en auxilio de unos y otros.
Pero lo peor no llegaba con ese 0-0 sino con el runrún con el que La Roja se fue al vestuario, las molestias de Rodrigo que le hacían torcer el gesto. Mal presagio, temor justificado poco después cuando era Zubimendi quien pisaba el césped en la reanudación. Pero no hubo siquiera tiempo para saber si la aspirina surtía o no efecto, pues a los dos minutos llegó por fin esa jugada que desperezó a La Roja. Pase de Carvajal, balón a la derecha para Lamine y centro para que Nico marcara de zurdazo raso. Era el 14º gol de España en la Eurocopa, lo que le valía para igualar el récord en una misma edición en poder de Francia desde 1984. En un visto y no visto España volvía a jugar como lo había hecho desde que empezó el campeonato, el arte de hacer fácil lo difícil. Con lo que eso cuesta.
Ahí se abrieron las puertas del gran fútbol, con España jugando al toque y más dañina arriba, protagonizando dos acciones casi consecutivas en las que Olmo (49′) y Nico (56′) acariciaron el gol. Southgate recurre a su talismán y mete en juego a Watkins, autor del tanto que dio el billete para la final, en sustitución de Kane, a quien el partido le pasó por encima. Minutos después, De la Fuente calcaba el movimiento con el relevo de Oyarzabal por Morata.
El paso de los minutos convirtió el partido en una ruleta rusa en la que cada ataque llevaba consigo un infarto. De esa vorágine sacó partido Inglaterra, que en la tercera contra casi consecutiva empató el duelo con un remate raso de Palmer desde la frontal del área. No convenía a España entrar en ese intercambio de golpes, perder el orden con el que hasta ese momento, el minuto 73, había neutralizado la velocidad de Bellingham, Foden y compañía.
Lamine tuvo en sus botas el 2-1 (81′), pero el remate le salió tan centrado que Pickford apenas tuvo que volar para despejar el peligro. Lo que no pudo hacer el meta del Everton fue detener el del 86′ con la firma de Oyarzabal. Cuando el partido se vestía ya para la prórroga, Olmo pasó a Oyarzabal y este abrió a la izquierda para que Cucurella, de primeras, centrara al área para el definitivo remate del delantero de la Real Sociedad. No quedaba nada, la cuarta Eurocopa estaba ahí, a la vuelta de la esquina. Y así ocurrió no sin antes salvar Olmo bajo palos el que hubiera sido el 2-2 en el 89′. Pitido final, éxtasis en la grada y La Roja que entra la historia. da gusto celebrarlo con una generación con un futuro sideral por delante.
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