Sobre el estado de Sinaloa, donde en tierra el ejército mexicano realiza labores de seguridad, desde hace tres años sobrevuelan unos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana con otro tipo de “armamento”.
A bordo transportan unos contenedores con una válvula que debe ser abierta en el lugar y momento indicado para dar en el blanco.
Su objetivo se ha vuelto muy necesario: hacer que llueva en regiones que sufren de un creciente estrés hídrico.
A la estrategia se le ha llamado coloquialmente “bombardeo” o “siembra” de nubes, pero técnicamente se trata de una “estimulación de lluvias”.
Según las cifras oficiales, ha logrado un aumento de caída de lluvia de entre 35% y 60% en las áreas en donde se ha aplicado. Y se realiza en estados del centro-norte del país, como Sinaloa, donde las lluvias ya no llegan en la misma cantidad que antes o se presentan de manera tardía en la temporada agrícola.
También donde los pastos del ganado no han crecido por la falta de agua, así como en las cuencas que sirven de abastecimiento para grandes ciudades con problemas de agua como Monterrey.
Aunque los números de efectividad que reporta la secretaria de Agricultura y Desarrollo Rural son muy alentadores, investigadores del campo de las ciencias atmosféricas consideran que hasta ahora no hay evidencia contundente de que este tipo de proyectos funcione a un nivel que impacte.
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