El presidente anuncia que enviará otra carta al Gobierno de Xi Jinping y le pedirá que impida el envío de sustancias al país, tras la llegada de un contenedor al puerto de Lázaro Cárdenas
Un contenedor con 600 bultos de droga ha entrado de lleno en la polémica entre México, Estados Unidos y China en torno al tráfico mundial de fentanilo. Andrés Manuel López Obrador afirmó que el cargamento, interceptado esta semana en el puerto de Lázaro Cárdenas, es la última evidencia de que en el país no se produce la sustancia, sino que llega terminada para comercializarse en el mercado estadounidense. “Ya tenemos pruebas”, dijo el presidente en su conferencia de prensa de este viernes. El mandatario adelantó que enviará una nueva carta para pedir la cooperación del Gobierno de Xi Jinping en la lucha antinarcóticos para identificar embarques sospechosos e impedir que salgan de Asia. “De manera muy respetuosa, vamos a enviar esta información reiterando la solicitud de que nos ayuden”, señaló López Obrador.
El secretario de la Marina, Rafael Ojeda, explicó que el contenedor detectado en Lázaro Cárdenas, uno de los principales puertos en el Pacífico mexicano, tenía bultos que pesaban entre 34 y 35 kilos, en los que se encontraron rastros de fentanilo y metanfetaminas, camuflados en un envío de resina de combustibles. La carga partió de la ciudad china de Qingdao y pasó por la terminal portuaria de Busán en Corea del Sur, antes de llegar a territorio mexicano, de acuerdo con las autoridades.
Ojeda dijo que se realizaron exámenes toxicológicos para determinar la presencia de las drogas, después de que una inspección con un equipo de perros entrenados arrojara “ciertas dudas”. “Esto se lleva su tiempo porque hay que hacer un análisis muy profundo”, comentó el almirante y agregó que el embarque apareció “hace varias semanas”, sin especificar fechas. “El producto iba contaminado”, afirmó el secretario de Marina, después de que se hicieran nuevas pruebas químicas el jueves.
A principios de abril, López Obrador dio a conocer una carta a su homólogo chino en la que le pedía apoyo para frenar el tráfico de fentanilo, tras semanas de tensiones con legisladores y agencias del Gobierno de Estados Unidos, como la DEA y el Departamento de Estado, que critican su política de seguridad y señalan a México como el epicentro de la oferta de drogas. Congresistas del ala más recalcitrante del Partido Republicano buscan revivir una propuesta de ley para designar como grupos terroristas a los carteles mexicanos, lo que permitiría que Washington lance operaciones militares en suelo mexicano para cazar a los grupos criminales. El Gobierno de López Obrador ha dicho que el planteamiento es inadmisible y ajeno al derecho internacional. “No le pedimos apoyo antes estos groseros amagos, sino ayuda por razones humanitarias para controlar este tráfico”, escribió el presidente mexicano en un documento de dos páginas.
La respuesta de China llegó un par de días más tarde, por medio de Mao Ning, una portavoz del Ministerio de Exteriores. Beijing, rival geopolítico y comercial de EE UU, mostró empatía y condenó “las prácticas hegemónicas y de acoso contra el lado mexicano”, pero aseguró que “no existe el llamado tráfico ilegal de fentanilo” entre ambos países. “El problema del abuso de fentanilo en EE UU tiene sus raíces en sí mismo, y el problema es totalmente Made in the USA, de fabricación estadounidense”, reviró Mao, una funcionaria de tercer nivel.
Después de la respuesta de Beijing del pasado 8 de abril, el Gobierno de López Obrador lanzó un par de días más tarde una nueva pregunta: “Si no se produce en China, ¿entonces dónde?”. Cada bando ofrece versiones completamente distintas.
Anne Milgram, directora de la DEA, afirmó esta semana que los carteles mexicanos tienen un papel preponderante y controlan el mercado ilegal. “Hay dos carteles, el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación, que son responsables de prácticamente todo el fentanilo y las metanfetaminas que se consumen en Estados Unidos”, dijo la funcionaria. Milgram comentó que desde hace años los socios chinos de las organizaciones criminales han dejado de enviar fentanilo directamente a Estados Unidos y se han movido al comercio de precursores, las sustancias con las que se fabrica la droga.
“Compran precursores químicos de China, los envían a México, producen fentanilo en masa, buena parte la usan para hacer pastillas falsas y después lo introducen a Estados Unidos por tierra, por aire y por mar”, agregó. Mientras se disparan las tensiones en ambos lados de la frontera, Milgram dio a entender que el diálogo entre la Casa Blanca y las autoridades chinas se mantiene en punto muerto: “Sabemos que China no va a cooperar con nosotros en la lucha antinarcóticos”.
Al paralelo, los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, el fundador y líder histórico del Cartel de Sinaloa, se deslindaron de las acusaciones por narcotráfico y delincuencia organizada en su contra, anunciadas en Estados Unidos el pasado 14 de abril. “Jamás hemos producido, maquilado o comercializado fentanilo”, aseguraron Los Chapitos, como se conoce a los herederos del capo, en una carta atribuida a ellos y entregada por uno de los abogados de su padre a los medios. Los herederos del capo dijeron que eran “víctimas de una persecución”, aunque sí aseguraron que “en Sinaloa hay múltiples personas que lo trabajan”.
En medio del último capítulo de la cruzada de EE UU contra las drogas afloran los reproches, los deslindes y las versiones irreconciliables. Estados Unidos apunta a México y a China como los epicentros mundiales del tráfico de fentanilo, un reclamo que se ha intensificado con miras a las elecciones presidenciales del próximo año. El Gobierno mexicano se niega a ser culpado, acusa una campaña de propaganda y pide que su vecino reconozca su responsabilidad como motor de la demanda. Y las autoridades chinas han marcado su distancia, mientras un cargamento con 600 bultos de resina ha vuelto a agitar las aguas.
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