Petro ha puesto sobre la mesa un cese de hostilidades contra la población civil
Los negociadores del Gobierno de Colombia y el ELN se habían citado en el sur de la Ciudad de México para concretar un alto el fuego que se ha venido resistiendo entre la guerrilla y el Ejército. Pero el presidente Gustavo Petro ha puesto sobre la mesa una alternativa que se antoja más viable y supone cambiar el paso del diálogo: un cese de hostilidades del grupo armado con la población civil. En la práctica significa que el ELN no extorsione ni castigue a los ciudadanos en los lugares que están bajo su control.
En ciertas partes de Colombia, la guerrilla es un Estado paralelo que regula divorcios, matrimonios, el consumo de drogas, la prostitución, el corte de pelo o el reparto de herencias conflictivas. Petro quiere ponerle freno a ese ojo que todo lo ve. Por eso, considera más provechosa una tregua para la población civil que un armisticio entre los militares y los guerrilleros, según fuentes gubernamentales. El ELN, de hecho, usualmente no combate directamente al Ejército colombiano, sino que se enfrenta a otros grupos armados como las disidencias de las FARC o el Clan del Golfo.
La propuesta de este cese de hostilidades no estaba en la agenda de México, pero Petro la incluyó a última hora y la guerrilla la aceptó. Falta que se apruebe en la mesa y que se diseñe un mecanismo de verificación que haga comprobable que el ELN cumple su palabra. Con ese acuerdo se satisfaría una de las principales preocupaciones del presidente y su equipo, que es la población civil. La gente del campo queda a menudo en medio del fuego cruzado y pone un gran número de víctimas en el conflicto. El Gobierno quiere conseguir cuanto antes un acuerdo de este tipo para reducir el número de homicidios en el país.
Las negociaciones con la guerrilla han llegado urgidas a México. La paz total que busca Petro comienza a enmarañarse a medida que se adentra en las negociaciones con el resto de grupos armados. El acuerdo con el ELN debería marcar el camino para un desarme general en el país, pero la guerrilla es una negociadora astuta y paciente que no tiene intención de precipitarse después de sesenta años de existencia clandestina. Eso provoca una colisión entre dos partes con relojes biológicos muy distintos. El Gobierno tiene cuatro años, el ELN la vida entera.
En México se celebra el segundo ciclo de conversaciones. El primero tuvo lugar en Caracas, donde vive la mayoría de dirigentes de la guerrilla. Nicolás Maduro, que vive un momento expansivo después de dos años aislado internacionalmente, acogió con entusiasmo los diálogos de paz. Después de esa primera toma de contacto con el chavismo como anfitrión, la mesa debería haberse instalado en México la segunda semana de enero. Sin embargo, en fin de año Petro hizo público un alto el fuego inmediato que sonaba rupturista y temprano. La gente acogió con esperanza una medida que no suele acordarse hasta los finales de los procesos de paz. Aquí se lograba casi de inmediato.
El problema es que el ELN no había dado el sí. El 3 de enero, los jefes guerrilleros desmintieron a Petro y el proceso entró en una fase de crisis. El clima de confianza y entendimiento que había reinado en Caracas saltó por los aires. Para salvar la situación, el presidente viajó a Caracas de sorpresa para encontrarse con Maduro y pedirle que mediara en este tremendo malentendido. Allí se celebró de nuevo un encuentro de varios días entre los negociadores para que limaran todas sus asperezas y llegaran a México de nuevo energías renovadas y la confianza intacta. De aquí iba a salir, por fin, el armisticio, pero Petro parece haber encontrado una fórmula distinta que cambia la dirección de la discusión. La negociación se encuentra en un punto en el que necesita avanzar y este parece ser el siguiente paso.
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